Subir al autobús, cruzar la calle, entrar a un cine… Estas son actividades del día a día que muchos damos por sentado. ¿Pero qué hay de las personas con discapacidad, de movilidad reducida o de edad avanzada? Cuando hay barreras arquitectónicas de por medio, acciones tan simples como entrar en un local o subir al transporte público puede resultar casi imposible.
Una barrera arquitectónica se define como un obstáculo a la libre circulación que tiene como consecuencia la dificultad de acceso a los inmuebles por parte de personas que están afectadas por cualquier clase de discapacidad. Se distinguen tres tipos de barreras: de transporte público, de edificaciones y urbanísticas, es decir, en espacios públicos.
La instalación de ascensores adecuados para cada tipo de edificio es esencial para borrar las barreras arquitectónicas.
Ser conscientes de la existencia de estas barreras es importante para lograr eliminarlas y que todas las personas puedan gozar de autonomía. Las personas con discapacidad tienen derecho a poder acceder fácilmente no solo a edificios de primera necesidad como hospitales o centros de salud, sino también a espacios laborales, educativos y de ocio. Eliminar las barreras arquitectónicas significa mejorar la calidad de vida y dignidad de todos.